Sashokita y el museo de la felicidad

" Sashokita y el museo de la felicidad "

Por Alejandra Sandoval Fortanel

Alumna del grupo Vi0909

(Basado en "El niño Feliz. Su clave Psicológica" de Dorothy Corkille Briggs)


Había una vez y no había una vez una viajera que se llamaba Sashokita y que, sin saberlo, llegó a un país en donde todos los que lo poblaban se veían muy, muy felices, pronto descubrió que no sólo se veían así, sino que efectiva y definitivamente eran felices. La viajera no lo podía creer porque en el lugar del que ella venía también todos parecían felices pero cuando uno se acercaba realmente al alma de estas personas enseguida podía darse cuenta de lo contrario, porque en cuanto les quitaban sus pertenecías o sus placeres ellos sentían un profundo vacío que los ponía muy muy muy enojados y se hacían daño ellos mismos y por lo tanto a los demás, pues con esa ira disimulaban los verdaderos sentimientos que ellos sentían: tristeza, soledad, frustración y otros cuantos más.

Ante su asombro y esperanza, la extranjera que había salido de su tierra en busca de "algo" para cambiar las condiciones de su pueblo que tanto amaba, se decidió a encontrar el secreto que guardaban estas personas para ser tan pero tan pero tan felices.

En una de sus caminatas por aquel bello y armonioso lugar, de pronto y frente a su asombrada mirada vio que se erigía en una estela la siguiente inscripción "El niño feliz. Su clave psicológica" y sin dudarlo empujo aquella piedra y se interno en el maravilloso mundo al que le invitaba en ese instante; debo confesar que en ese instante y después de leer la consigna, de golpe y así nomas entendió que los adultos de ese país eran felices porque habían tenido padres felices que cuando éstos fueron niños habían sido criados por padres felices que fueron hijos de padres felices …. pfffffffffff y así sucesivamente … allí estaba el secreto …. PADRES FELICES HACIAN NIÑOS FELICES …. NIÑOS FELICES CRECIAN SIENDO ADULTOS FELICES…. ¿Qué fácil no?.. Claro!!!, fue muy fácil entenderlo … cualquiera lo entendería …. jajajaja … lo difícil … lo de verdad difícil era saber cómo hacerlo.

Cuando tocó la estela se abrió la puerta y entró a algo que parecía un museo, siiiiiiii, un museo interactivo que lo mostraría a nuestra viajera cómo aprender a ser feliz, pronto se dio cuenta que los cuadros en las paredes eran las propias vivencias del pueblo aquel y las vivencias de ella misma y que el museo no era más que su niñez que les deba la oportunidad de volver a reconstruirse y resinificarse como realmente lo merecían, es decir como unos niños felices.

Aprendió primero que en este país no siempre todo fue felicidad, que la gente era antes como en su país, pudo observar como los niños carecían de amor propio, de autoestima, cómo desde pequeños se les anulaba su deseo de expresase, de ser naturales, de ser niños, vio como a los niños se les decía con actitudes que no valían , que no eran suficientes para ser queridos por sí mismos, que tenía que hacer cosas para agradar a sus papás y a los demás, que tenían que reprimir o anular sus sentimientos porque al mostrar estos los hacían vulnerables y desagradables, observó como a los niños se les cortaba su capacidad y necesidad de aprendizaje, sus ganas de explorar el mundo, su creatividad …. Lo más triste de esta situación era que aquellos que más decían amarlos eran a la vez quienes más los lastimaban, porque las personas cercanas constituían lo más importante para el niño y él encontraba el reflejo en ellos de lo que creía y quería ser; pero también se dio cuenta de algo: los papas de aquel niño no le hacían todo ello por maldad, NO, no lo hacían por ganas de destruir al ser que más amaban y querían lo mejor para él…, lo hacían porque en esos momento ellos creían que era lo mejor que podían hacer, porque era lo único que sabían hacer, porque así los habían tratado de pequeños y no conocían otra alternativa … pero ante sus mejores esfuerzos se preguntaban ¿Por qué, si estoy haciendo lo mejor que puedo, mi hijo es tan infeliz? Ante esta verdad los papas se sentían culpables, tristes y enojados con ellos mismos, con sus hijos y con sus padres … hasta que, como magia, al ponerse empáticamente en el lugar sus hijos y en el lugar de sus propios padres se dieron cuenta que efectivamente todos hacíamos lo que me mejor podíamos con las herramientas que en esos momentos, que si tuviésemos las herramientas y el conocimiento cambiaríamos en nombre del amor a nuestros hijos y sobre todo en nombre del amor a nosotros mismos. En ese preciso momento las cosas comenzaron a cambiar, los adultos voltearon hacia dentro de sí mismos y empezaron a amarse, a respetarse y a gustarse a ellos mismos, comenzaron a darse encuentros cercanos y reales con ellos mismos y con las personas que los rodeaban, comenzaron a proporcionarse la seguridad que les brindaba la confianza ante la vida, ante los demás y los hacía confiar en ellos mismos, ahora esa confianza les hacía que su lenguaje corporal y oral fueran congruentes y sinceros. También a prendieron a lo dañino que podían ser los juicios y a lo gratificante que era no hacerlos ni recibirlos, aprendieron a no poner etiquetas a los demás y a separa la actitud de las personas de su "ser". Cada vez que reconocían algo en sí mismos con satisfacción veían que fácilmente podían extrapolarlo al trato con sus hijos, que ellos necesitamos exactamente lo mismo para ser feliz y entonces les proporcionaron la confianza de sentirse apreciado por ser seres únicos e irrepetibles y cada vez se fijaban más en las cosas que hacían exclusivos a sus hijos y no en aquellas que la sociedad les exigía que tuvieran para ser exitosos e iguales a todos; de este manera, dieron más confianza en sí mismos a sus hijos y por ende los enseñaron a respetarse a sí mismos, de manera silenciosa, sin engreimiento y con libertad. Los niños se sentían amados y como se veían en los demás como espejos empezaron a rodearse de amistades nutricias de personas que les hicieran sentir amor y respeto por ellos mismos, pero también empezaron a tratar a otros niños así, calificándolos por su ser y no por sus conductas, y estos nuevos niños aprendieron y enseñaron a sus padres y entonces todo iba conformándose como una espiral virtuosa que no podía parar, porque el ser humano por naturaleza siente y tiene toda la capacidad de autodesarrollarse y por eso, aunque a veces tenían recaídas, los nuevos valores se estaban internalizando en su ser.

La viajera Sashokita estaba a estas alturas del museo verdaderamente impactada con todo lo que había visto en las paredes de aquel lugar, pero se sentía esperanzada, porque con todo lo que estaba aprendiendo, pronto podría regresar a su país a ayudar a su gente, ahora su consultorio tendría una nueva puerta pequeña para cuando la gente entrara y otra enorme para que pudieran salir ya que después de que ella les ayudara a reencontrar y resignificar a su niño interior entonces no cabrían mas por la puerta pequeña; SashokIta había entendido muchas cosas de su vida pasada y de la presente y por sólo ese hecho ya también se había hecho mayor y tendría que salir agachada por la puerta de entrada.

La viajera ahora pasó a la sala de la comunicación y allí comprendió lo dañino que podían los dobles mensajes o los mensajes mezclados o la incongruencia entre lo que decía la boca y el cuerpo, o la boca y el corazón o ente el cuerpo y el corazón; entonces aprendió de la importancia de la honestidad en los mensajes (entre cuerpo, boca, corazón y cerebro) y que ella lejos de alejar a los niños y a las otras personas, la honestidad atrae; y aunque algunos sentimientos podrían no ser tan agradables observar, siempre sería válido y sano aprender a sentirlos y expresarlos porque eso da la autenticidad y nos da la seguridad de ser dueño de nuestros sentimientos y enseñamos a los niños a hacerse dueños y "responsables" de sus sentimientos y de los beneficios y consecuencias funcionales de expresarlos o no. Con este entendimiento de la mano estuvo de acuerdo que el siguiente paso obligado y natural era el desarrollo del sentimiento de empatía, porque cuando uno le valida al otro sus sentimientos, es muy fácil comprender al otro desde su punto de vista y automáticamente le comunica al otro que lo que él siente y piensa "es importante para mí porque me interesas". La empatía es la puerta para mantener abierta la comunicación concluyó Sashokita.

La última sala que visitó nuestra amiga fue la de la sexualidad y el amor y supo que entonces este capítulo completaba el secreto para ser feliz, pues el sexo constituye la fuerza de creación y nutrición en nuestra vidas y que se le debe respetar y darle ese valor porqué también se corre el riesgo de que mal usado se convierta en un instrumento de control y explotación o al contrario, que se le relacione con el amor, la responsabilidad y el compromiso. Sashokita pensaba que la educación sexual a los hijos iniciaba desde el momento que éstos eran concebidos; si los niños eran deseados y además planeados, entonces casi automáticamente nacerían con un autorespeto hacia su cuerpo, persona y vida; por eso ella creía que los niños tenían el derecho de ser planeados y de nacer como producto de un orgasmo mutuo de los padres y entonces el hijo podrá dar amor, respeto y tener buena sexualidad porque simplemente así fue concebido. Todos los días los niños aprenden sexualidad de los padres y la relación que tengan los padres con el sexo es lo que enseñaran al hijo, por ello Sashokita enseñaría a su pueblo a vivir en una cultura de respeto y culto al cuerpo, a la mente, a los sentimientos y al corazón.

Al final del recorrido, nuestra visitante estaba cansada, había sido un día muy pesado lleno de emociones, confrontaciones, aprendizajes… pero estaba feliz, engrandecida y agradecida con la vida por haberle puesto en este camino y haberle dado este regalo tan grande del "niño feliz" que ahora iba a poder compartir con su pueblo querido .

Sashokita llegó por fin al lugar que la vio nacer y abrió su consultorio y desde entonces empezaron a pasar cosas maravillosas en ese su país …

…¡ahh! ... pero esa es otra historia.

… así que colorín colorado … este cuento ha comenzado.

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