Desarrollo social: nuevo eje de la educación infantil

Por Luis Guerrero Ortiz / Lima 2005



Contenido


1. Centralidad del desarrollo social en el desarrollo infantil

2. Relevancia de las habilidades específicas para afrontar conflictos

3. Conductas socialmente inteligentes

4. Cómo favorecer el desarrollo social de los niños desde la educación

5. La Escucha Activa

6. Hacia una pedagogía de la formación humana

7. Las claves de la autonomía

8. Bibliografía consultada


Recuadros


1. ¿Es la maduración de la razón el eje del desarrollo humano?

2. El conocimiento del otro y el conocimiento de sí mismo

3. Capacidad para distinguir y correlacionar sentimientos

4. Conductas espontáneas a favor de otros

5. Yo soy, yo puedo, yo tengo

6. Valor de la competencia social en el desarrollo infantil



Entre los educadores infantiles se ha convertido en un lugar común desde hace muchos años la tesis de que los niños pequeños tienen limitaciones estructurales para mostrar un comportamiento social susceptible de incluir a otros. Esta idea postula un niño egocéntrico y heterónomo hasta los seis años, básicamente autocentrado, necesitado de regulación externa para actuar en función no sólo de sí mismo sino también de los demás.


La causa de esta supuesta limitación sería de naturaleza psicobiológica: sus capacidades cognitivas no estarían aún suficientemente maduras para razonar las situaciones sociales desde perspectivas distintas a la suya propia. Sólo la evolución natural de sus facultades, característica a una siguiente etapa de desarrollo, los habilitaría para pensar desde los intereses de los otros y, por lo tanto, para entender la necesidad de elegir, en el marco de sus relaciones sociales, conductas que los tomen en cuenta.


Las consecuencias pedagógicas de esta afirmación han sido la restricción de la tarea educativa al estímulo preferencial de una sola dimensión del potencial humano. El aprendizaje de formas, texturas, colores y nociones ha tenido mucho mayor relevancia que el de la autonomía, la autoconfianza, la asertividad o las habilidades de relación interpersonal. Las rutinas de psicomotricidad y las actividades gráficas han sido privilegiadas sobre las experiencias de resolución de problemas, siendo el desarrollo de la simbolización una prioridad definitiva sobre el fortalecimiento del afán de logro de los niños o de sus capacidades de evaluación de situaciones sociales. La nominalización y categorización adecuada de diversos objetos, ambientes o situaciones ha tenido mayor peso que la verbalización de sus emociones o la diferenciación de los sentimientos de otros.



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